Es tan frágil la vida. Siempre me ha angustiado pensar en la muerte de alguien cercano, de mi familia. Solo de escribirlo ahora siento un hormigueo en la cara y un poco de náuseas.
El luto es algo sumamente difícil que sé que algún día vendrá. El menos pensado, por supuesto. Y nunca estaré preparada. Aquí es donde entra el asunto de la fé (espero que esté ahí justo cuando la necesite).

Ahora me preocupa más que nunca cuidar a Nicolás. Esto implica cuidarnos Esposo (1) y yo pues por el momento somos su sustento. ¿Y cuando ya no lo seamos?

Este niño es la verdadera razón de mi vida. Sé que se oye demasiado contundente pero es así. Claro, la trascendencia de una mujer no está solo sujeta al cuidado de los hijos, dirían las feministas. Me falta comprobarlo y para eso tengo la vida.

¿Qué va a pasar cuando se aleje? Porque así tiene que ser. Espero poder llegar con alegría al momento (o años) en que mi hijo deba tomar su propio camino. ¡Qué hermoso es sentir que alguien te ama! Qué excitante es viajar, tener buenos amigos, terminar una carrera, ¡obtener el primer trabajo! Es lo menos que puedo esperar para él.

Ahora me queda el trabajo de guiarlo para que sea un hombre bueno (2), que esté atento a los demás y a su entorno. Que sea agradecido y que sepa amar libremente. Lo demás viene solo. Espero.

Que mis errores sean lo menos dañinos para el. Que mi distracción no sea falta de atención. Que mis defectos no se vuelvan suyos.

El me va a enseñar.

Notas de 2022:
(1) Me divorcié de Esposo en 2022. Ahora ya no hablamos de él.
(2) El adjetivo "bueno" ya me parece bastante ambiguo. Creo que escribiré más sobre esto.
(3) Este es mi primer artículo de blog y 16 años después me doy cuenta de que lo escribí cargada de melancolía, soledad y culpa. No sirven de nada los "hubiera", pero me gusta saber que he madurado y ahora me siento alerta y activa en la crianza de mis dos adolescentes, pero ya no me siento culpable. Gracias terapia <3